lunes, 2 de diciembre de 2013

Libia: territorio comanche

Se ha dado a conocer como la 'Primavera Árabe', primero Túnez, luego Egipto, a la vez que Yemen, Bahrein, Siria y Libia. Todo el planeta ha seguido de cerca el desarrollo de las revueltas en Oriente Medio y Próximo. 

Occidente se ha decidido por tomar parte en Libia.  La ONU ha dado su visto bueno para una intervención a favor de los rebeldes contra Gadafi. 

                                                                    Imagen de Gadafi.

Se decidió que fuera la Alianza Atlántica quien tomara el mando de todas las acciones militares en Libia. Esto, recordemos, ya ocurrió en el mismo orden de acontecimientos en la guerra de Bosnia-Herzegovina, de la cual si pocos recuerdan cuándo empezó, sí sabrán que la OTAN se retiró del país el pasado 2010.

La historia pasa por la coalición de Francia, Reino Unido y EE.UU. estableció con éxito su zona de exclusión aérea, ideada para proteger por cielo los avances del pueblo libio contra su tirano. Sin embargo, los aviones aliados bombardearon el palacio de Gadafi, sin intenciones muy claras y poniendo a prueba el nimio concepto de proteger a la población libia, que fue exactamente lo establecido por el Consejo de Seguridad. Por supuesto, he dicho que lo puso a prueba debido a su pasmosa ambivalencia. Proteger a los libios puede significar tanto prevenirlos de ataques como descabezar directamente al régimen enemigo. Pero, de todas formas, ¿qué más da?, se preguntarán. ¿Si el objetivo de los libios es derrocar al tirano, qué tiene de malo facilitárselo?

Llegados a este extremo, es simple. Ha costado mucho llegar a donde han llegado. Años de opresión, libertades coartadas, engaños y doctrina hacia el pueblo islámico por parte de sus líderes. Iniciaron estas revueltas desde su mismo seno, sin presiones externas. Día tras día, Al-Yazeera, la mayor cadena de TV del mundo musulmán, retransmitió lo que ocurría en Túnez y en Egipto. Millones de personas que se encontraban en la misma situación a la que esos dos países estaban poniendo remedio, atendían expectantes a su desarrollo. Entonces, la chispa brotó y decidieron que esos serían los primeros eslabones de un gran cambio.

                                                         Palacio de Gadafi tomado por los rebeldes.

A pesar de que el sueño democrático sea tradicionalmente occidental, a pesar de arriesgarse a perder su identidad, a pesar de todo eso,esta revolución es suya. Con la delgada línea que representan las propias ideas, y no las infundadas, en un tema como la occidentalización a la que voluntariamente quieren aspirar, no se puede arriesgar. La comunidad internacional no puede tratar de darles el trabajo hecho, porque no hay revolución sin ideas propias, ni mucho menos, sin identidad común.

Resulta indispensable no injerir en la determinación de estos pueblos, así como que en todo momento, vean el apoyo de los países que inspiraron su ansia de libertad. Pero es imperativo que esto sea a la distancia suficiente como para seguir considerando esta meta como su causa, y la de nadie más.

Es habitual, en las extracciones de petróleo, tener preparada una carga explosiva para dinamitar la boca de un pozo en caso de incendio. De esta forma, la combustión se apaga por falta de oxígeno del que alimentarse. A partir de esta metáfora, la pregunta es sencilla: ¿Ahogarán nuestras bombas el fuego revolucionario que tanto bien estaba haciendo al pueblo islámico?

Santa Cristina de Lena: entre religión y leyenda


                                 Imagen de la capilla de Santa Cristina de Lena.



En Lena hay un rincón emblemático, un espacio lleno de historia y leyendas. Se trata de la capilla de Santa Cristina en Lena, uno de los monumentos arquitectónicos perteneciente  al primer reino hispano-cristiano y declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1985. A cinco kilómetros de Pola de Lena, una pequeña villa que fue cruce de caminos  con la meseta castellana y el desaparecido reino de León, un pedacito de la monarquía asturiana se representa totalmente aislado en una  loma, situada en la parroquia de San Lorenzo.
La iglesia de Santa Cristina, emerge sin altivez en el paisaje como vigía de la historia y resistiendo el paso de los siglos. Esta joya prerrománica del siglo IX forma parte de un grupo de 15 edificios únicos en un estilo directamente vinculado a los reyes de Asturias en las primeras fases de la reconquista: el Arte Prerrománico Asturiano o Arte de la Monarquía Asturiana, como se le denomina en la actualidad, y que  han sido declarados por la UNESCO Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1985 con el nombre de Iglesias del Reino de Asturias.
Este pequeño edificio, mudo testigo de  aconteceres, levanta su planta con un único ábside, un iconostasio y parte de una decoración que sugieren claros antecedentes visigodos.
Sus reducidas proporciones y la quebrada perspectiva de sus paredes que se apoyan en treinta y dos contrafuertes prismáticos contribuyen a formar los ángulos entrantes y salientes de los muros por lo que, a Santa Cristina, se la conoce vulgarmente como la “iglesia de las esquinas”, de las que se dice tiene tantas como días el año.
La esbeltez de sus paredes junto con el cálido color de la piedra y el verde del entorno en el que se ubica, ofrecen un armonioso conjunto y proporcionan una inusitada sensación de serenidad hasta el punto de ser considerado el lugar, por algunos estudiosos, territorio telúrico, e incluso cuenta con una leyenda que ha pasado de padres a hijos a través de los años.


Una de las leyendas: 'La gallina de los huevos de oro'

Tal vez el producto de la fantasía popular sea muy posterior a la construcción del edificio y devenga de algún conocedor de las fábulas de Esopo. El caso es que se cuenta que en una cueva existente bajo la iglesia, vive una gallina que pone huevos de oro y que cada cien años sale a pasear al exterior de la capilla, dejándose ver por sus alrededores. Este ave, según la leyenda, es la reencarnación de una doncella a  la que su propio  padre, ateo,  asesinó porque quería ser monja.


Aunque no existe referencia en los documentos de la época, su semejanza con otros dos templos fundados por Ramiro I (año 842 a 850) , Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, en la ciudad de Oviedo, induce a algunos historiadores del arte a fechar las tres obras en un mismo periodo y adjudicarlas a un mismo arquitecto. 
                                Imagen de la capilla de Santa María del Naranco.

Aunque presenta novedades constructivas primordiales de la época ramirense, como abovedamiento general con arcos fajones sosteniendo las bóvedas, columnas helicoidales, alturas mayores que en periodos anteriores, arcos peraltados y tendencia a una mayor verticalidad, en Santa Cristina de Lena se  muestran unas características muy especiales que no aparecen en las otras dos edificaciones que se clasifican  en su mismo periodo; es un edificio más pequeño, las columnas no son cuádruples como en los monumentos del Naranco sino sencillas o dobles. Su planta recuerda mucho a las iglesias visigodas cruciformes y con la existencia de un iconostasio con clara decoración visigoda. No hay nada que afirme que este iconostasio, pieza sumamente importante que se conserva en su interior no hubiera pertenecido a una ermita o iglesia anterior asentada en el mismo lugar u otro cercano y que se hubiera llevado posteriormente para la nueva construcción.
Si bien algunas voces proclaman a esta construcción como la última de la época ramirense otros consideran que es muy probable que Santa cristina de Lena sea anterior a Santa María del Naranco y San miguel de Lillo y  que Ramiro I hubiera encargado estos dos edificios de mayor tamaño e importancia a alguien que con la iglesia de Santa cristina ya hubiera demostrado su valía.

Sea lo que fuere y mientras los expertos se ponen de acuerdo en cual fue el momento exacto de su construcción, este sencillo edificio de proporciones casi perfectas y vestigio de un pasado permanece en pie como Patrimonio de la Humanidad.